DÍA 1. Presentación de la asignatura y de los contenidos. Breve reflexión sobre los profesores que nos han influido a lo largo de nuestra vida, tanto de manera positiva como negativa

11.02.2015 23:34

En este primer día de clase, que fue el primer contacto que tuvimos con la asignatura de comunicación educación y sociedad en el contexto digital, además de realizarse, como suele ser costumbre, una presentación de la asignatura, se llevó a cabo también una breve reflexión personal sobre los profesores que nos habían dado clase a lo largo de nuestra vida. En esta primera clase del cuatrimestre se nos propuso echar la vista atrás y tratar de recordar a todos y cada uno de los profesores que habían pasado por nuestra vida, tratar de recuperar de la memoria sus buenos y malos momentos y tratar de sintetizar cuáles fueron las enseñanzas que nos aportó cada uno, así como quiénes de ellos nos habían dejado un buen recuerdo o a cuántos recordábamos solo por su lado malo. Este breve ejercicio mental nos permitió darnos cuenta de que, incluso haciendo un tremendo esfuerzo, no conseguimos recordar a todos los profesores que ha habido en nuestra vida. La mayoría de ellos pasan por nuestra infancia durante uno, dos, tres... años, pero tiempo después apenas nos queda más que la constancia de que estuvieron ahí un vago recuerdo de lo que fueron. La mayoría de ellos no nos marca, ni nos deja un recuerdo demasiado especial. Simplemente pasa por nuestra vida porque tiene que pasar, nos imparte la asignatura que nos tenga que impartir, y se va, volviendo a ser casi un desconocido más.

Sin embargo, no sé si por suerte o por desgracia, también nos dimos cuenta de que esto no ocurre siempre. Hay muchos profesores que simplemente pasan sin más, sí, pero también hay otros muchos que pasan por nuestra vida y dejan huella, pasan y saben hacer que su paso sea algo que influya en la persona que seremos el día de mañana. Esto puede darse tanto para bien como para mal. Por una parte están los profesores que, ya sea por su comportamiento, por su actitud o manera de tratar a los alumnos, por su manera de enseñar, o por cualquier otra causa, nos dejan un pésimo recuerdo de su paso por nuestra infancia, de esos que pocas veces se suelen olvidar. Son, por ejemplo, esos profesores que aborrecen su profesión, que están ya cansados de dar clase, que no saben comunicar, que no saben explicarse, que no son capaces de conectar con los alumnos, o que directamente tratan a estos con desprecio. Son esos profesores que, en mi opinión, no tienen nada que me haga considerarles como tal.

Pero por otra  parte están (y ojalá cada vez fueran más) los buenos profesores. Esos que son capaces de animar, de apoyar, de congeniar. Esos que ponen todo su esfuerzo y todas sus ganas en transmitir los conocimientos, en ayudar a aprender, en convertirse en una parte fundamental de cada uno de nosotros aportándonos todo un saber que nos será tan útil el día de mañana. Profesores que luchan, que adoran su profesión, que son capaces de entusiasmarse y entusiasmar. Profesores que tienen la habilidad de ver en cada uno sus puntos fuertes y, a partir de ahí, los saben potenciar. Profesores que saben motivar, que consiguen que te lleguen a encantar incluso esas asignaturas que siempre habías aborrecido. Profesores, a fin de cuentas, de verdad. Esos profesores a los que coges un cariño inmenso, simplemente porque eres consciente de que han sabido sacar de ti tu mejor parte, y de que gracias a ellos vas a poder luchar por lo que eres y lo que quieres ser. Esos profesores que te da igual la nota que te pongan, que te da igual que te aprueben, te suspendan, o no te lleguen a calificar. Porque sabes que con ellos vas a aprender, sabes que gracias a ellos vas a salir de sus clases sabiendo cosas más útiles e interesantes que las que cualquier otro profesor normal y corriente te pudiera enseñar.

Porque, en mi opinión, enseñar no es limitarse a contar lo que viene escrito en un libro de texto. Enseñar no es conseguir que los alumnos salgan de clase sabiendo dividir y multiplicar, no. Enseñar, y, sobre todo, ser un buen profesor, está muy por encima de eso. Porque la educación no es solo un montón de conocimientos que los alumnos seamos capaces de memorizar. La educación es sobre todo enseñar a tratar, enseñar a convivir, enseñar a esforzarse y enseñar a ser, a saber lo que se quiere ser, y a luchar por ello. Y eso es algo que solo los buenos profesores, esos que acaban dejando una huella imborrable en nuestra memoria, llegan a entender.

 

Elena Bernaldo de Quirós Lalinde


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